El sueño de irse de vacaciones y no volver

2022-10-03 08:28:06 By : Mr. David liu

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Viajar sin un destino y sin tener en cuenta el calendario significa estar dispuestos a sacrificar las comodidades para priorizar las necesidades básicas de la vida cotidiana

“Los que se van, ya volverán”, dice la canción. Pero no todos. Algunos que se fueron de vacaciones todavía no han regresado, varios años después de partir. Es lo que los expertos llaman “un viaje trasformador”…

El Transformational Trevel Council define los viajes “trasformadores” como una forma de viajar con el propósito de crecer a nivel personal. Pero, en ocasiones, estas travesías vitales suponen hacer borrón y cuenta nueva con el pasado. Y, si no, que se lo pregunten a Ana Fernández Toro.

Viajar por un tiempo indeterminado conlleva una distancia de los seres queridos pero también un redescubrimiento de la propia persona

Con 30 años, esta granadina solicitó una excedencia de tres meses sin sueldo, que amplió con el mes de vacaciones al que tenía derecho. Hoy tiene 37 años y la silla que dejó desocupada en una oficina de Hacienda todavía sigue libre.

Vivir un verano inacabable es el sueño de muchas personas cuando las vacaciones comienzan a tocar a su fin. Sin embargo, la fantasía de viajar por el mundo durante meses o años, sin calendarios ni prisas, solo acaba haciéndose realidad en un puñado de casos.

Cuando Fernández tomó las de Villadiego vivía en Barcelona, tenía una familia maravillosa, amigos que eran un tesoro, un trabajo bueno y estable y un piso estupendo. “¿Por qué lo hice? Supongo que porque tenía una vida muy confortable y me apetecía salir a ver qué había en el mundo”, argumenta mientras su cometa de kitesurf se toma un descanso antes de colorear el cielo de Tarifa (Cádiz).

“Ahora mismo, estoy en un momento de transición”, dice. En breve, Fernández deberá decidir si se queda a trabajar en la península o si pone rumbo a Brasil. “Me veo haciendo algo que me guste, pero todavía no sé el qué. Estoy trabajando en ello”, explica.

De momento, que le quiten lo bailao: a falta de decidir cuál será su próximo destino, esta funcionaria ha recorrido con su mochila turquesa Indonesia, Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Vietnam, Chile, Bolivia, Perú, México, Cuba, Zanzíbar, Kenia, Egipto, Zimbabue, Uganda, Sudán, Etiopía, Mozambique, Filipinas, Tailandia Canadá… todo ello, siendo mujer y viajando sola.

Estos viajeros renuncian a la comodidad del avión y eligen medios de transporte más baratos, como la bicicleta o la moto por ejemplo.

“Nunca habría pensado que acabaría haciendo algo parecido. Aprobé la oposición con 25 años, empecé a trabajar de técnica de Hacienda y, al cumplir los 30, pensé: ¿y ahora qué? ¿casarme y tener hijos?”, rememora. “Pero, vamos, en ningún momento me imaginé que iba a aguantar tanto tiempo, pero conocí a una chica que había estado dos meses sola en Bali la mar de bien, y como me gustaba el yoga, la meditación y el surf, pues allá que me fui”, apunta.

“Me planté en Bali aprovechando que unas amigas mías iban a estar allí cuatro o cinco días y ya desde el primer momento, me quedé con los ojos como platos al escuchar a viajeros comentar: ´pues yo ya llevo seis meses en ruta´, ´yo ahora hará un año´, y no solamente porque me parecía mucho tiempo, sino porque era gente supernormal”, resalta. “Fue cuando pensé: ¡A mí esto porqué no me lo habían contado!”, bromea.

Tras estar un mes en Bali (Indonesia), Fernández puso rumbo a Singapur, Australia y Nueva Zelanda. Allí se dio cuenta de que viajar sola no significa estar sola, sino “elegir en cada momento con quien quieres ir y por cuánto tiempo estar”. Luego decidió desplazarse a Vietnam, donde empezó a imaginarse recorriendo América... Pero había un problema: sus cuatro meses de vacaciones estaban a punto de finalizar. En vista de ello, decidió sacar en Vietnam un pasaje para Buenos Aires. “Total, que volví a España y en mi primer día de trabajo pedí una excedencia por asuntos propios para ir a Argentina”, confiesa.

El caso de Ana Fernández no es excepcional. Cada año, cientos de viajeros escuchan una especie de vocecita interior que aconseja no regresar al lugar de los hechos. Por lo general, se trata de una decisión muy personal que en muchas ocasiones recuerda a la erupción de un volcán, por su carácter repentino, aunque la mayoría de veces exista un magma viscoso pugnando por ascender a la superficie.

Cada vez son más quienes deciden poner pies en polvorosa para escapar de trabajos que no satisfacen las expectativas vitales. Algo que resaltan los entrevistados en este reportaje, es la gran cantidad de personas de todas las edades que han hecho de viajar por el mundo una forma de vida. Dani Jiménez, por ejemplo, viaja en bicicleta con una tienda de campaña y suele gastar entre 400 y 500 euros al mes. Este montante, le permite, en caso necesario, sacar algún billete en tren, barco o avión, “y pagarme dos o tres veces por semana algún hospedaje sencillito o un camping con servicios”, explica. No obstante, “para viajar de este modo, hay que ir con buena fe, aprender algunas palabras del idioma nativo y dirigirse a la gente con educación”, aconseja Ana Fernández. Otra de sus recomendaciones es recurrir aplicaciones como Couchsurfing Travel que permiten contactar con gente de todo el mundo que ofrece (de forma gratuita) alojamiento en su hogar.  En cuanto a ganar dinero para seguir viajando, hay varias posibilidades, desde dar clases de idiomas, hasta atraer a clientes a hostales y hoteles a cambio de cama y comida, pasando por crear contenidos en las redes sociales. Jiménez, por ejemplo, ha ganado algo de dinero desarrollando páginas web (gracias a su condición de informático), comercializando bicicletas de alambre hechas por él mismo a cambio de donativos, comprado dulces en tiendas y revendiéndolos en las plazas mayores… Otra de sus fuentes de ingresos –indica– proviene de alquilar “a precio de amigo” su casa de Molins de Rei (Barcelona). “Viajar, como la vida, es cuestión de expectativas. Creo que el truco es mantenerlas siempre bajas y así, a la mínima que algo o alguien brilla, parecerá un diamante”, revela Ana Fernández sobre su catecismo viajero.

Algo así le sucedió a Carlos García Portal cuando en 2009 decidió abandonar la empresa inmobiliaria de la que era socio. Tras regresar de uno de sus periplos moteros por Namibia, algo hizo clic en su cabeza mientras mostraba una casa de alto standing a una pareja en el barrio de Salamanca de Madrid.

La primera decisión que tomó García Portal fue aparcar su trabajo temporalmente y, la segunda, irse a recorrer en moto durante ocho meses los 40.000 kilómetros que separan Madrid de Sidney (Australia). Desde entonces, lleva dando la vuelta al mundo por etapas y contándolo en un blog con el seudónimo de Charly Sinewan (es bastante común crearse un avatar para afrontar un gran viaje, tanto para tener más pegada en las redes sociales como para poner distancias con el yo anterior).

García Portal lleva ocho meses viajando por el mundo solo, con la única compañía de su moto

“La persona en la que me he convertido, me gusta mucho más de la que era antes. Y esto se lo debo a esta vida, al cien por cien”, explica desde Honduras, donde se encuentra ahora. “He salido ganando, aunque haya podido perder tomar algunos vinos con buenos amigos, comer en casa de mi padre y pasear por Madrid. Creo que poco más he perdido”, entiende este nómada al que siguen un millón largo de suscriptores en su canal de You Tube.

“El principal obstáculo para elegir un tipo de vida radicalmente distinto son los miedos. Y miedos, hay varios. En mi caso, era el temor a no encontrar la forma de poder vivir viajando, de no ser capaz de generar unos ingresos suficientes para mantenerme”, contesta. “Otros tienen miedo de los peligros del camino o de echar de menos a la familia o de terminar quedándose solos. Todos estos miedos se pierden en el momento en que tomas la decisión de hacerlo y descubres que el propio viaje te va despejando cualquier duda que tengas”, tranquiliza García Portal.

Aunque en los últimos años han aparecido diversas guías sobre cómo viajar en solitario, es habitual dejar de estarlo al acudir al mercado, buscar alojamiento o intentar comunicarse para comprar comida o hallar el camino correcto.

Tal vez por ello, dar el primer paso es lo más difícil. En el caso de Dani Jiménez, también conocido como Dani Ku, en cierto momento de su vida sintió el impulso de abandonar su zona de confort y adentrarse en terra ignota.

“En alguna escapada que hice por Europa para visitar a colegas que estaban de Erasmus, encontré dentro de mí a un buen compañero de viaje, y creo que esto es fundamental, porque estas experiencias se suelen supeditar a viajar en compañía de alguien”, desvela ocho años después de recorrer 66.000 kilómetros con su bici por 41 países.

Dani Jiménez, conocido como Dani Ku, es uno de los referentes de este tipo de viaje gracias a sus publicaciones en las redes sociales

“Por desgracia, para elegir un tipo de vida distinto muchas veces necesitamos un punto de inflexión. En mi caso, con 17 años tuve un cáncer en una pierna que me obligó a convivir durante un año con niños en un hospital de Barcelona, ya que yo era el mayor de la planta de pediatría”, desvela Jiménez. “Aunque parezca extraño, guardo un grato recuerdo de esta experiencia pues, sin ella, a lo mejor no tendría la forma de pensar de ahora o no dispondría de herramientas para sobreponerme a las adversidades”, admite. “Mi consejo es no posponer la decisión, pues la vida puede ser un paseo más corto de lo que imaginamos”, sentencia.

He aquí otra de las piedras filosofales de quienes han convertido el viajar en una forma de vida: salvo tener salud, muchos de los problemas que atormentan a las personas sedentarias no suelen ser tan graves como aparentan.

“Cuando decidí ponerme en marcha, tenía un trabajo”, comenta Jiménez. “No puedo decir que mi vida no me gustara, pero había algo que me empujaba a hacer algo diferente”, prosigue. “Mis amigos cada vez tenían menos tiempo para ir a la montaña o tomar un café. Tampoco les veía felices: algunos mantenían relaciones frustradas, otros trabajaban en empleos que no les satisfacían… Al final, era un entorno un poco hostil, parecido al de otras poblaciones cercanas a Barcelona, donde todo va demasiado deprisa y no hay tiempo para casi nada”, relata este informático de 39 años.

En el año 2014, con 31 años en el zurrón, Jiménez decidió soltar amarras y se embarcó en un nuevo proyecto vital. “Siempre había pensado que viajar costaba mucho dinero”, explica. Fue ahí cuando apareció la bicicleta. “Soy natural de Molins de Rei (Barcelona). En el polígono El Pla, entre Molins de Rei y Sant Feliu de Llobregat, estaba la fábrica Monty. Yo tenía una bici muy sencilla de esta marca que utilizaba para ir con algún amigo por la sierra de Collserola”, detalla. En realidad, hasta ese momento, lo que más le gustaba era recorrer caminando las montañas de los Pirineos.

Tras viajar en solitario durante ocho años, ahora Dani Ku comparte esta aventura con Judit Viñolas

Pregunta: ¿Cómo habría que llamar a dejarlo todo para vivir la vida sin ataduras? ¿El eterno verano? ¿Vacaciones indefinidas? “No tengo una respuesta, pero, pienso que es como cambiar de paradigma y cuestionar lo que nos han enseñado”, contesta Jiménez.

Viajar como un llanero solitario durante ocho años da para mucho. La prueba es que desde 2019 Jiménez ha dejado de desplazarse solo y ahora lo hace en compañía de Judit Viñolas. Anteriormente, este catalán también pedaleó durante un tiempo con una mexicana de la que se enamoró. Algo similar a lo que le ocurrió tiempo después con una ecuatoriana, con la que anduvo en bicicleta unos meses.

En el caso de Judit Viñolas, “ella venía de hacer con un viaje en bicicleta por Senegal con un buen amigo suyo. Eso fue a finales de 2018. Ese amigo le sugirió seguirme en Instagram. Ahí fue cuando contactamos por primera vez. Por entonces, yo estaba en la Patagonia argentina. La cuestión es que, después de intercambiar mensajes, le dije que, si se venía, podríamos compartir viaje. Pero lo que tenían que haber sido solamente unos cuantos días, ha resultado ser mucho más”, sonríe.

Dani Ku, Charly Sinewan y Ana Fernández se han convertido en una referencia para quienes sueñan con romper el billete de vuelta que conduce al síndrome post-vacacional, gracias a sus publicaciones en las redes sociales.

Dani Ku y Judit Viñolas se conocieron gracias a las redes sociales mientras cada uno realizaba su viaje en partes distintas del mundo

Ciento treinta y una de estas historias de vida están condensadas en “El libro de los grandes viajes” (Geoplaneta), obra de Pablo Strubell e Itziar Marcotegui. También estos dos trotamundos decidieron cambiar un trabajo aburrido y una vida previsible por otra más incierta y estimulante. Fue en 2010 cuando ambos hicieron un parón laboral que aprovecharon para recorrer África durante doce meses, de cabo a rabo, en transportes públicos. Desde entonces, organizan en diferentes ciudades españolas las Jornadas de los Grandes Viajes para dar voz a aquellos que dejaron de poner como excusa el trabajo, la familia, los hijos, la hipoteca, la seguridad o el futuro para dar un golpe de timón a sus vidas. Según la encuesta que Itziar y Strubell realizan a los viajeros que toman la decisión de ir a ver mundo, un 63% confiesa que mucho más difícil que romper con todo y del viaje en sí, es regresar y adaptarse al mundo que un día se dejó atrás.

“Cuando cumplí los 30 años, el estrés laboral me hizo darme cuenta de que no era feliz”, reconoce Strubell. “Llegaba muerto al fin de semana, reponía fuerzas y volvía a currar el lunes siguiente”, indica este economista. “Pero llegó un momento en el que esta situación se me hizo insostenible y decidí hacer un parón, dejar el trabajo, mi ciudad y despedirme de mi familia y amigos por una temporada”, cuenta mientras sorbe un café en una terraza del Ensanche barcelonés, aprovechando una escapada desde Madrid para promocionar la novena edición de las Jornadas de los Grandes Viajes.

Sentada a su lado está Itziar Marcotegui, su compañera de fatigas. Tras licenciarse en Psicología, esta madrileña montó una empresa con su hermana y unas amigas que, además de proporcionarle experiencia laboral, desembocó en una oferta de trabajo en una consultora de la que acabó siendo directora de proyectos, socia y responsable de la oficina de Madrid. “Pero después de más de una década, sentía que el mes de vacaciones al año no colmaba mis ganas de viajar”, reconoce. Fue entonces cuando se encontró con Pablo Strubell, que venía de realizar durante ocho meses la Ruta de la Seda.

Pablo Strubell e Itziar Marcotegui en La Palma en noviembre de 2021

“Pablo era la prueba en carne y hueso de que mi fantasía de viajar sin tener que volver el día 31 de agosto podía convertirse podía hacerse realidad”, explica Marcotegui.

Desde que decidieron unir sus pasos, la base de datos de estas dos almas errantes contiene más de 700 ejemplos de hombres y mujeres de la península e islas que han elegido ir dando tumbos por el mundo, en lugar de la sota, caballo y rey de la rutina.

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