GOTAS DEL SABER (83) - Diario La Tribuna

2022-08-22 00:13:41 By : Mr. Wiikk Wiikk

Juan Ramón Martínez

I La libertad de prensa en Honduras, ha transitado por caminos escabrosos. Durante muchos años, las únicas empresas editoras, estaban en poder del gobierno, por lo que no se podía ejercer ninguna actividad crítica sobre la administración pública o de las acciones de los gobernantes. Fue Policarpo Bonilla, el que -desde la actividad privada- promovió la organización de la prensa que, llamó popular. Para lo cual fundó una sociedad económica y empezó a publicar, hojas sueltas y algunos efímeros semanarios. Antes de esa fecha, la alternativa era la edición de hojas sueltas en el exterior, para su distribución mano en mano, antes que las autoridades detuvieran a quienes lo hacían. O a los autores de las mismas. El 5 de agosto de 1887, mientras se hacían preparativos electorales para lanzar la candidatura de Celeo Arias y oponerla a la reelección del presidente Luis Bográn, Policarpo Bonilla “fue citado al Palacio Presidencial, donde el presidente le entregó unos documentos. En la entrevista entre Bonilla -uno de los más activos propagandistas del doctor Celeo Arias- y el general Luis Bográn, presidente de la República, estuvieron presentes los licenciados Rafael Padilla M., Carlos Zúniga y Urbano Dávila, quienes pudieron desmentir más tarde la especie echada a circular en el sentido de que Bográn había tratado mal al doctor Bonilla y le había obligado a retractarse de opiniones exteriorizadas. El general Bográn entregó al doctor Bonilla, en la entrevista que nos referimos, una carta que este había enviado por conducto particular y que había sido interceptada, y la copia de un artículo titulado “El ABC” que había enviado a San Salvador para que fuera impreso en hojas sueltas. Para que no hubiera misterio sobre el particular, el doctor Bonilla pidió permiso a Bográn para leer la carta decomisada en voz alta y ella contenía solo las instrucciones que daba a un taller de imprenta para la impresión de las hojas sueltas. El artículo dijo que no lo leía porque ya estaba imprimiéndose y no sería un secreto para nadie” (Cáceres Lara, 267).

II El 15 de agosto de 1945, unos días después de finalizar la II Guerra Mundial, se fundó en San Pedro Sula, el Partido Revolucionario Democrático de Honduras (PRDH). Los fundadores, habían tomado conciencia que la oposición liberal encabezada por Ángel Zúñiga Huete era inefectiva e inconsecuente, porque a partir de los conceptos de la Carta del Atlántico, la democracia tendría un mayor espacio para operar y en consecuencia sacar a Tiburcio Carías Andino del poder. Según Mario Argueta, los afiliados iniciales fueron Armando Zelaya, Raymundo Lozano, Antonio Madrid h., José Antonio Bobadilla, Mario Catarino Rivas, Rodolfo Pastor Zelaya, Antonio Bográn, Gilberto Osorio Contreras y Ramón Rosa Figueroa”. Desde México, Alfonso Guillén Zelaya escribió a Ramón Rosa Figueroa y Antonio Madrid h., directores de Vanguardia Revolucionaria: “Por la unidad nacional de mi país vengo luchando desde hace más de 20 años. La unidad de Honduras y el olvido del pasado. Nada me complace más que constatar que la juventud de mi país se organiza para librar la batalla contra el tradicionalismo divisionista de nuestras decrepitas políticas. Honduras necesita un gran partido democrático, integrado por todas sus fuerzas democráticas. Nuestra revolución tendrá que ser esencialmente democrática. Y su hora está por sonar pese a los pesimismos y a todas las maniobras y designios de las fuerzas oscuras que pretenden impedirla” (Vanguardia Revolucionaria, citada por Ernesto Paz Aguilar, Elecciones y Revoluciones en Honduras, Erandique, 2022, 200, 201).

III El gobierno de Francisco Bertrand, tuvo indudables éxitos económicos. La paz y la tranquilidad política, la política económica concesionaria que estimuló la inversión bananera en la Costa Norte, “favorecido por el comercio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Su importante desarrollo cultural. Su protesta enérgica contra la celebración del Tratado Chamorro-Bryan el 5 de agosto de 1914, que afectaba los derechos territoriales y marítimos de cuatro países centroamericanos. Y finalmente el esfuerzo unionista de 1917, bajo el convencimiento que solo unidos pueden los pueblos centroamericanos rechazar las agresiones colonialistas. Precisamente por la situación anormal de Nicaragua por el Tratado canalero no llegó a nada aquel esfuerzo unionista y el gobierno de Bertrand en medio de un bochinche en la frontera” (Medardo Mejía, Las Gaviotas, que intentaron un vuelo alto, cayeron en el mar, Revista Ariel, Tercera Etapa, Tegucigalpa, septiembre de 1976).

IV Los abogados, al principio de la vida republicana escaseaban. No había suficiente para integrar las cortes y los juzgados. Después, dominaron la vida política y gubernamental. Primero fueron los generales y coroneles, por profesión, los que más tiempo han gobernado al país. Al grado que incluso, solo ellos han realizado lo que su tiempo se llamó la “facción de los abogados”. En efecto, el 7 de agosto de 1892, tropas gubernamentales del presidente Ponciano Leiva, al mando del general Andrés Matute, derrotaron en El Tablón, departamento de Valle, a los últimos contingentes de la facción llamada de los abogados, porque la revuelta había sido dirigida por los togados Pedro H. Bonilla, Ricardo Maldonado y Francisco Cardona, y por los militares Raimundo Cabrera, Román Pineda, Santos Sierra y Celedonio Mendoza. Los brotes facciosos, en contra de Leiva, había efectuado acciones militares, en varios puntos del país. La turbulencia política y el uso de las armas para derribar al gobierno de Leiva, con acciones ejecutadas en el norte, oriente y el sur de Honduras, recibían oxígeno de parte de los gobiernos de El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Eran los tiempos en que la guerra era el mecanismo de sucesión presidencial y en que la guerra, era más efectiva para alcanzar el poder y más expedita que la voluntad de los pueblos expresadas en las urnas. Después de estos combates, el gobierno de Leiva, logro un breve respiro. Pero no solo era una pausa. Las facciones, habían jurado que nunca lo dejarían en paz.

V El año de 1876 es uno de los más caóticos de la historia de Honduras. La clase política hondureña, débil y fragmentada, permitía la intervención de los gobernantes de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. En ese año, José María Medina, todavía gravitaba, por su peso militar, su arrojo y persistencia en la búsqueda del poder público: Justo Rufino Barrios, gobernante de Guatemala, y el doctor Zaldívar de El Salvador, intervinieron en la política hondureña, favoreciendo el acceso al gobierno del expresidente José María Medina, colocando a un lado el gobernante Ponciano Leiva. Para entonces, sonaba el nombre de Marco Aurelio Soto que, apoyado por los dos gobernantes, vendría a poner fin al desorden que privaba en Honduras. El 12 de agosto de 1976, Medina recibía la presidencia de manos del licenciado Crescencio Gómez que venía ejerciendo la titularidad del ejecutivo hondureño, desde el mes de junio. Medina, estuvo muy poco en el cargo, porque los gobernantes que lo patrocinaron le ordenarían que le entregara a Soto el cargo. A lo que Medina accedió a cambio que le financiaran un viaje a París, para tratarse de varias enfermedades y descansar de las faenas de la política.

VI “El 15 de agosto de 1845, en momentos en que el general José Santos Guardiola al frente de las tropas hondureñas desarrollaba una vigorosa contraofensiva contra El Salvador cuyos ejércitos habían invadido Honduras y habían sido derrotados en Sensenti y Comayagua, tuvo verificativo en La Hacienda “El Obrejuelo” (ahora es un barrio de la ciudad de San Miguel), un corto pero encarnizado por medio del cual cortaron el ataque certero que Guardiola realizaba contra ellos. En las últimas horas de la tarde de la fecha citada, seiscientos soldados hondureños (“Pericos”, porque usaban en el sombrero una cinta verde), al mando del general en jefe José Santos Guardiola, quien contaba entre sus subalternos al coronel Vicente Vaquero, al coronel Francisco Barrios, y al teniente coronel Juan López, atacaron las posiciones salvadoreñas en la hacienda El Obrejuelo que defendían 1,200 salvadoreños mandados por el general Nicolás Angulo, como general en jefe, auxiliado por los generales José Antonio Carballo. El general Guardiola, quien procedía de la ciudad de San Miguel, tenía la seguridad de que las tropas salvadoreñas de El Obrajuelo, podrían ser reforzadas de un momento a otro por efectivos que conducían el general Gerardo Barrios y el propio presidente de la República, general Joaquín Eufracio Guzmán, razón por la que, aunque los salvadoreños se defendían en los corrales de piedra de la hacienda, empeñó contra ellos furiosa acción en la que el teniente coronel López con el ala izquierda del ejército hondureño y el coronel Vaquero con la caballería desalojaron de sus posiciones al ala derecha salvadoreña mandada por el general Domingo Asturias. Pero el ala izquierda de Honduras que mandaba el coronel Francisco Barrios, pariente del general Gerardo Barrios, no emparejó la acción, en manifiesta convivencia con los planes salvadoreños, desarrollados un movimiento envolvente del ejercito de El Salvador que obligó a Guardiola al amparo de las sombras de la noche, en el más completo orden”. (Cáceres Lara, 1980, 277). Esta batalla, salvó al gobierno del general Guzmán. Guardiola, solo se empeñó, después de esta acción en la Unión. Esta batalla, una de las mejor estudiadas de todas las campañas militares hondureñas del siglo XIX, tiene en Gustavo E. Castañeda, la mejor obra, útil para que las nuevas generaciones de militares hondureños, puedan aproximarse a un combate muy interesante para entender las tácticas de combate, de organización y despliegue de las fuerzas en el teatro de la guerra.